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Jueces 7

1 Yerubaal —es decir, Gedeón— y todos sus hombres se levantaron de madrugada y acamparon en el manantial de Jarod. El campamento de los madianitas estaba al norte de ellos, en el valle que está al pie del monte de Moré.
2 El SEÑOR le dijo a Gedeón: «Tienes demasiada gente para que yo entregue a Madián en sus manos. A fin de que Israel no vaya a jactarse contra mí y diga que su propia fortaleza lo ha librado,
3 anúnciale ahora al pueblo: “¡Cualquiera que esté temblando de miedo, que se vuelva y se retire del monte de Galaad!”» Así que se volvieron veintidós mil hombres, y se quedaron diez mil.
4 Pero el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Todavía hay demasiada gente. Hazlos bajar al agua, y allí los seleccionaré por ti. Si digo: “Este irá contigo”, ese irá; pero si digo: “Este no irá contigo”, ese no irá».
5 Gedeón hizo que los hombres bajaran al agua. Allí el SEÑOR le dijo: «A los que laman el agua con la lengua, como los perros, sepáralos de los que se arrodillen a beber».
6 Trescientos hombres lamieron el agua llevándola de la mano a la boca. Todos los demás se arrodillaron para beber.
7 El SEÑOR le dijo a Gedeón: «Con los trescientos hombres que lamieron el agua, yo los salvaré; y entregaré a los madianitas en tus manos. El resto, que se vaya a su casa».
8 Entonces Gedeón mandó a los demás israelitas a sus carpas, pero retuvo a los trescientos, los cuales se hicieron cargo de las provisiones y de las trompetas de los otros.El campamento de Madián estaba situado en el valle, más abajo del de Gedeón.
9 Aquella noche el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Levántate y baja al campamento, porque voy a entregar en tus manos a los madianitas.
10 Si temes atacar, baja primero al campamento, con tu criado Furá,
11 y escucha lo que digan. Después de eso cobrarás valor para atacar el campamento».Así que él y Furá, su criado, bajaron hasta los puestos de los centinelas, en las afueras del campamento.
12 Los madianitas, los amalecitas y todos los otros pueblos del oriente que se habían establecido en el valle eran numerosos como langostas. Sus camellos eran incontables, como la arena a la orilla del mar.
13 Gedeón llegó precisamente en el momento en que un hombre le contaba su sueño a un amigo.—Tuve un sueño —decía—, en el que un pan de cebada llegaba rodando al campamento madianita, y con tal fuerza golpeaba una carpa que esta se volteaba y se venía abajo.
14 Su amigo le respondió:—Esto no significa otra cosa que la espada del israelita Gedeón hijo de Joás. ¡Dios ha entregado en sus manos a los madianitas y a todo el campamento!
15 Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se postró en adoración. Luego volvió al campamento de Israel y ordenó: «¡Levántense! El SEÑOR ha entregado en manos de ustedes el campamento madianita».
16 Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres compañías y distribuyó entre todos ellos trompetas y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros.
17 «Mírenme —les dijo—. Sigan mi ejemplo. Cuando llegue a las afueras del campamento, hagan exactamente lo mismo que me vean hacer.
18 Cuando yo y todos los que están conmigo toquemos nuestras trompetas, ustedes también toquen las suyas alrededor del campamento, y digan: “Por el SEÑOR y por Gedeón”».
19 Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron a las afueras del campamento durante el cambio de guardia, cuando estaba por comenzar el relevo de medianoche. Tocaron las trompetas y estrellaron contra el suelo los cántaros que llevaban en sus manos.
20 Las tres compañías tocaron las trompetas e hicieron pedazos los cántaros. Tomaron las antorchas en la mano izquierda y, sosteniendo en la mano derecha las trompetas que iban a tocar, gritaron: «¡Desenvainen sus espadas, por el SEÑOR y por Gedeón!»
21 Como cada hombre se mantuvo en su puesto alrededor del campamento, todos los madianitas salieron corriendo y dando alaridos mientras huían.
22 Al sonar las trescientas trompetas, el SEÑOR hizo que los hombres de todo el campamento se atacaran entre sí con sus espadas. El ejército huyó hasta Bet Sitá, en dirección a Zererá, hasta la frontera de Abel Mejolá, cerca de Tabat.
23 Entonces se convocó a los israelitas de Neftalí y Aser, y a toda la tribu de Manasés, y estos persiguieron a los madianitas.
24 Por toda la región montañosa de Efraín, Gedeón envió mensajeros que decían: «Desciendan contra los madianitas, y apodérense antes que ellos de los vados del Jordán, hasta Bet Bará».Se convocó entonces a todos los hombres de Efraín, y estos se apoderaron de los vados del Jordán, hasta Bet Bará.
25 También capturaron a Oreb y Zeb, los dos jefes madianitas. A Oreb lo mataron en la roca de Oreb, y a Zeb en el lagar de Zeb. Luego de perseguir a los madianitas, llevaron la cabeza de Oreb y de Zeb a Gedeón, que estaba al otro lado del Jordán.
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Jueces 8

1 Los de la tribu de Efraín le dijeron a Gedeón:—¿Por qué nos has tratado así? ¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a luchar contra los madianitas?Y se lo reprocharon severamente.
2 —¿Qué hice yo, comparado con lo que hicieron ustedes? —replicó él—. ¿No valen más los rebuscos de las uvas de Efraín que toda la vendimia de Abiezer?
3 Dios entregó en manos de ustedes a Oreb y a Zeb, los jefes madianitas. Comparado con lo que hicieron ustedes, ¡lo que yo hice no fue nada!Al oír la respuesta de Gedeón, se calmó el resentimiento de ellos contra él.
4 Gedeón y sus trescientos hombres, agotados pero persistiendo en la persecución, llegaron al Jordán y lo cruzaron.
5 Allí Gedeón dijo a la gente de Sucot:—Denles pan a mis soldados; están agotados y todavía estoy persiguiendo a Zeba y a Zalmuna, los reyes de Madián.
6 Pero los jefes de Sucot le respondieron:—¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darle pan a tu ejército?
7 Gedeón contestó:—¡Está bien! Cuando el SEÑOR haya entregado en mis manos a Zeba y a Zalmuna, les desgarraré a ustedes la carne con espinas y zarzas del desierto.
8 Desde allí subió a Peniel y les pidió lo mismo. Pero los de Peniel le dieron la misma respuesta que los hombres de Sucot.
9 Por eso les advirtió a los hombres de Peniel: «Cuando yo vuelva victorioso, derribaré esta torre».
10 Zeba y Zalmuna estaban en Carcor con una fuerza de quince mil guerreros, que era todo lo que quedaba de los ejércitos del oriente, pues habían caído en batalla ciento veinte mil soldados.
11 Gedeón subió por la ruta de los nómadas, al este de Noba y Yogbea, y atacó al ejército cuando este se creía seguro.
12 Huyeron Zeba y Zalmuna, los dos reyes de Madián, pero él los persiguió y los capturó, aterrorizando a todo el ejército.
13 Cuando Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla por el paso de Jeres,
14 capturó a un joven de Sucot y lo interrogó. Entonces el joven le anotó los nombres de los setenta y siete jefes y ancianos de Sucot.
15 Luego Gedeón fue y les dijo a los hombres de Sucot: «Aquí están Zeba y Zalmuna, por causa de quienes se burlaron de mí al decir: “¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darles pan a tus hombres que están agotados?”»
16 Se apoderó de los ancianos de la ciudad, tomó espinos y zarzas del desierto, y castigando con ellos a los hombres de Sucot les enseñó quién era él.
17 También derribó la torre de Peniel y mató a los hombres de la ciudad.
18 Entonces les preguntó a Zeba y a Zalmuna:—¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?—Parecidos a ti —respondieron ellos—; cada uno de ellos tenía el aspecto de un príncipe.
19 —¡Eran mis hermanos —replicó Gedeón—, los hijos de mi propia madre! Tan cierto como que vive el SEÑOR, si les hubieran perdonado la vida, yo no los mataría a ustedes.
20 Volviéndose a Jéter, su hijo mayor, le dijo:—¡Vamos, mátalos!Pero Jéter no sacó su espada, porque era apenas un muchacho y tenía miedo.
21 Zeba y Zalmuna dijeron:—Vamos, mátanos tú mismo. “¡Al hombre se le conoce por su valentía!”Gedeón se levantó y mató a Zeba y Zalmuna, y les quitó a sus camellos los adornos que llevaban en el cuello.
22 Entonces los israelitas le dijeron a Gedeón:—Gobierna sobre nosotros, y después de ti, tu hijo y tu nieto; porque nos has librado del poder de los madianitas.
23 Pero Gedeón les dijo:—Yo no los gobernaré, ni tampoco mi hijo. Solo el SEÑOR los gobernará.
24 Pero tengo una petición —añadió—: que cada uno de ustedes me dé un anillo, de lo que les tocó del botín.Era costumbre de los ismaelitas usar anillos de oro.
25 —Con mucho gusto te los daremos —le contestaron.Así que tendieron una manta, y cada hombre echó en ella un anillo de su botín.
26 El peso de los anillos de oro que él les pidió llegó a diecinueve kilos, sin contar los adornos, los aros y los vestidos de púrpura que usaban los reyes madianitas, ni los collares que llevaban sus camellos.
27 Con el oro Gedeón hizo un efod, que puso en Ofra, su ciudad. Todo Israel se prostituyó al adorar allí el efod, el cual se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia.
28 Los madianitas fueron sometidos delante de los israelitas, y no volvieron a levantar cabeza. Y durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón, el país tuvo paz.
29 Yerubaal hijo de Joás regresó a vivir a su casa.
30 Tuvo setenta hijos, pues eran muchas sus esposas.
31 Su concubina que vivía en Siquén también le dio un hijo, a quien Gedeón llamó Abimélec.
32 Gedeón hijo de Joás murió a una edad avanzada y fue sepultado en la tumba de Joás, su padre, en Ofra, pueblo del clan de Abiezer.
33 En cuanto murió Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los ídolos de Baal. Erigieron a Baal Berit como su dios
34 y se olvidaron del SEÑOR su Dios, que los había rescatado del poder de todos los enemigos que los rodeaban.
35 También dejaron de mostrarse bondadosos con la familia de Yerubaal, es decir, Gedeón, no obstante todo lo bueno que él había hecho por Israel.
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Jueces 9

1 Abimélec hijo de Yerubaal fue a Siquén a ver a los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de su madre:
2 «Pregúntenles a todos los señores de Siquén: “¿Qué les conviene más: que todos los setenta hijos de Yerubaal los gobiernen, o que los gobierne un solo hombre?” Acuérdense de que yo soy de la misma sangre que ustedes».
3 Cuando los hermanos de su madre comunicaron todo esto a los señores de Siquén, estos se inclinaron a favor de Abimélec, porque dijeron: «Él es nuestro hermano».
4 Y le dieron setenta monedas de plata del templo de Baal Berit, con lo cual Abimélec contrató a unos maleantes sin escrúpulos para que lo siguieran.
5 Fue a Ofra, a la casa de su padre, y sobre una misma piedra asesinó a sus setenta hermanos, hijos de Yerubaal. Pero Jotán, el hijo menor de Yerubaal, se escondió y logró escaparse.
6 Todos los señores de Siquén y Bet Miló se reunieron junto a la encina y la piedra sagrada que están en Siquén, para coronar como rey a Abimélec.
7 Cuando Jotán se enteró, subió a la cima del monte Guerizín y les gritó bien fuerte:«¡Escúchenme, señores de Siquén,y que Dios los escuche a ustedes!
8 »Un día los árboles salierona ungir un rey para sí mismos.Y le dijeron al olivo:“Reina sobre nosotros”.
9 Pero el olivo les respondió:“¿He de renunciar a dar mi aceite,con el cual se honra a los dioses y a los hombres,para ir a mecerme sobre los árboles?”
10 »Después los árboles le dijeron a la higuera:“Reina sobre nosotros”.
11 Pero la higuera les respondió:“¿He de renunciar a mi fruto,tan bueno y dulce,para ir a mecerme sobre los árboles?”
12 »Luego los árboles le dijeron a la vid:“Reina sobre nosotros”.
13 Pero la vid les respondió:“¿He de renunciar a mi vino,que alegra a los dioses y a los hombres,para ir a mecerme sobre los árboles?”
14 »Por último, todos los árboles le dijeron al espino:“Reina sobre nosotros”.
15 Pero el espino respondió a los árboles:“Si de veras quieren ungirme como su rey,vengan y refúgiense bajo mi sombra;pero si no, ¡que salga fuego del espino,y que consuma los cedros del Líbano!”
16 »Ahora bien, ¿han actuado ustedes con honradez y buena fe al coronar rey a Abimélec? ¿Han sido justos con Yerubaal y su familia, y lo han tratado como se merecía?
17 Mi padre luchó por ustedes, y arriesgando su vida los libró del poder de los madianitas.
18 Pero hoy ustedes se han rebelado contra la familia de mi padre; han matado a sus setenta hijos sobre una misma piedra, y han hecho de Abimélec, hijo de su esclava, el rey de los señores de Siquén solo porque él es pariente de ustedes.
19 Si hoy han actuado con honradez y buena fe hacia Yerubaal y su familia, ¡que sean felices con Abimélec, y que también él lo sea con ustedes!
20 Pero si no, señores de Siquén y Bet Miló, ¡que salga fuego de Abimélec y los consuma, y que salga fuego de ustedes y consuma a Abimélec!»
21 Luego Jotán escapó, huyendo hasta Ber. Allí se quedó a vivir porque le tenía miedo a su hermano Abimélec.
22 Abimélec había ya gobernado a Israel tres años
23 cuando Dios interpuso un espíritu maligno entre Abimélec y los señores de Siquén, quienes lo traicionaron.
24 Esto sucedió a fin de que la violencia contra los setenta hijos de Yerubaal, y el derramamiento de su sangre, recayera sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los señores de Siquén, que habían sido sus cómplices en ese crimen.
25 Los señores de Siquén le tendían emboscadas en las cumbres de las colinas, y asaltaban a todos los que pasaban por allí. Pero Abimélec se enteró de todo esto.
26 Aconteció que Gaal hijo de Ébed llegó a Siquén, junto con sus hermanos, y los señores de aquella ciudad confiaron en él.
27 Después de haber salido a los campos y recogido y pisado las uvas, celebraron un festival en el templo de su dios. Mientras comían y bebían, maldijeron a Abimélec.
28 Gaal hijo de Ébed dijo: «¿Quién se cree Abimélec, y qué es Siquén, para que tengamos que estar sometidos a él? ¿No es acaso el hijo de Yerubaal, y no es Zebul su delegado? ¡Que sirvan a los hombres de Jamor, el padre de Siquén! ¿Por qué habremos de servir a Abimélec?
29 ¡Si este pueblo estuviera bajo mis órdenes, yo echaría a Abimélec! Le diría: “¡Reúne a todo tu ejército y sal a pelear!”»
30 Zebul, el gobernador de la ciudad, se enfureció cuando oyó lo que decía Gaal hijo de Ébed.
31 Entonces envió en secreto mensajeros a Abimélec, diciéndole: «Gaal hijo de Ébed y sus hermanos han llegado a Siquén y están instigando a la ciudad contra ti.
32 Ahora bien, levántense tú y tus hombres durante la noche, y pónganse al acecho en los campos.
33 Por la mañana, a la salida del sol, lánzate contra la ciudad. Cuando Gaal y sus hombres salgan contra ti, haz lo que más te convenga».
34 Así que Abimélec y todo su ejército se levantaron de noche y se pusieron al acecho cerca de Siquén, divididos en cuatro compañías.
35 Gaal hijo de Ébed había salido, y estaba de pie a la entrada de la puerta de la ciudad, precisamente cuando Abimélec y sus soldados salían de donde estaban al acecho.
36 Cuando Gaal los vio, le dijo a Zebul:—¡Mira, viene bajando gente desde las cumbres de las colinas!—Confundes con gente las sombras de las colinas —replicó Zebul.
37 Pero Gaal insistió, diciendo:—Mira, viene bajando gente por la colina Ombligo de la Tierra, y otra compañía viene por el camino de la Encina de los Adivinos.
38 Zebul le dijo entonces:—¿Dónde están ahora tus fanfarronerías, tú que decías: “¿Quién es Abimélec para que nos sometamos a él?” ¿No son esos los hombres de los que tú te burlabas? ¡Sal y lucha contra ellos!
39 Gaal salió al frente de los señores de Siquén y peleó contra Abimélec;
40 pero este los persiguió y, en la huida, muchos cayeron muertos por todo el camino, hasta la entrada de la puerta.
41 Abimélec se quedó en Arumá, y Zebul expulsó de Siquén a Gaal y a sus hermanos.
42 Al día siguiente el pueblo de Siquén salió a los campos, y fueron a contárselo a Abimélec.
43 Entonces Abimélec tomó a sus hombres, los dividió en tres compañías, y se puso al acecho en los campos. Cuando vio que el ejército salía de la ciudad, se levantó para atacarlo.
44 Abimélec y las compañías que estaban con él se apresuraron a ocupar posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad. Luego dos de las compañías arremetieron contra los que estaban en los campos y los derrotaron.
45 Abimélec combatió contra la ciudad durante todo aquel día, hasta que la conquistó matando a sus habitantes; arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella.
46 Al saber esto, los señores que ocupaban la torre de Siquén entraron en la fortaleza del templo de El Berit.
47 Cuando Abimélec se enteró de que ellos se habían reunido allí,
48 él y todos sus hombres subieron al monte Zalmón. Tomó un hacha, cortó algunas ramas, y se las puso sobre los hombros. A los hombres que estaban con él les ordenó: «¡Rápido! ¡Hagan lo mismo que me han visto hacer!»
49 Todos los hombres cortaron ramas y siguieron a Abimélec hasta la fortaleza, donde amontonaron las ramas y les prendieron fuego. Así murió toda la gente que estaba dentro de la torre de Siquén, que eran como mil hombres y mujeres.
50 Después Abimélec fue a Tebes, la sitió y la capturó.
51 Dentro de la ciudad había una torre fortificada, a la cual huyeron todos sus habitantes, hombres y mujeres. Se encerraron en la torre y subieron al techo.
52 Abimélec se dirigió a la torre y la atacó. Pero cuando se acercaba a la entrada para prenderle fuego,
53 una mujer le arrojó sobre la cabeza una piedra de moler y le partió el cráneo.
54 De inmediato llamó Abimélec a su escudero y le ordenó: «Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: “¡Lo mató una mujer!”» Entonces su escudero le clavó la espada, y así murió.
55 Cuando los israelitas vieron que Abimélec estaba muerto, regresaron a sus casas.
56 Fue así como Dios le pagó a Abimélec con la misma moneda, por el crimen que había cometido contra su padre al matar a sus setenta hermanos.
57 Además, Dios hizo que los hombres de Siquén pagaran por toda su maldad. Así cayó sobre ellos la maldición de Jotán hijo de Yerubaal.
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Jueces 10

1 Después de Abimélec surgió un hombre de Isacar para salvar a Israel. Se llamaba Tola, y era hijo de Fuvá y nieto de Dodó. Vivía en Samir, en la región montañosa de Efraín,
2 y gobernó a Israel durante veintitrés años; entonces murió, y fue sepultado en Samir.
3 A Tola lo sucedió Yaír de Galaad, que gobernó a Israel durante veintidós años.
4 Tuvo treinta hijos, cada uno de los cuales montaba su propio asno y gobernaba su propia ciudad en Galaad. Hasta el día de hoy estas ciudades se conocen como «los poblados de Yaír».
5 Cuando murió Yaír, fue sepultado en Camón.
6 Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al SEÑOR. Adoraron a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté; a los dioses de Aram, Sidón y Moab, y a los de los amonitas y los filisteos. Y como los israelitas abandonaron al SEÑOR y no le sirvieron más,
7 él se enfureció contra ellos. Los vendió a los filisteos y a los amonitas,
8 los cuales desde entonces y durante dieciocho años destrozaron y agobiaron a todos los israelitas que vivían en Galaad, un territorio amorreo, al otro lado del Jordán.
9 También los amonitas cruzaron el Jordán para luchar contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín, por lo que Israel se encontró en una situación de extrema angustia.
10 Entonces los israelitas clamaron al SEÑOR:—¡Hemos pecado contra ti, al abandonar a nuestro Dios y adorar a los ídolos de Baal!
11 El SEÑOR respondió:—Cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos,
12 los sidonios, los amalecitas y los madianitas los oprimían y ustedes clamaron a mí para que los ayudara, ¿acaso no los libré de su dominio?
13 Pero ustedes me han abandonado y han servido a otros dioses; por lo tanto, no los volveré a salvar.
14 Vayan y clamen a los dioses que han escogido. ¡Que ellos los libren en tiempo de angustia!
15 Pero los israelitas le contestaron al SEÑOR:—Hemos pecado. Haz con nosotros lo que mejor te parezca, pero te rogamos que nos salves en este día.
16 Entonces se deshicieron de los dioses extranjeros que había entre ellos y sirvieron al SEÑOR. Y el SEÑOR no pudo soportar más el sufrimiento de Israel.
17 Cuando los amonitas fueron convocados y acamparon en Galaad, los israelitas se reunieron y acamparon en Mizpa.
18 Los jefes y el pueblo de Galaad se dijeron el uno al otro: «El que inicie el ataque contra los amonitas será el caudillo de todos los que viven en Galaad».
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Jueces 11

1 Jefté el galaadita era un guerrero valiente, hijo de Galaad y de una prostituta.
2 Galaad también tuvo hijos con su esposa, quienes cuando crecieron echaron a Jefté. «No tendrás parte en la herencia de nuestra familia —le dijeron—, porque eres hijo de otra mujer».
3 Entonces Jefté huyó de sus hermanos y se fue a vivir en la región de Tob, donde se le juntaron unos hombres sin escrúpulos, que salían con él a cometer fechorías.
4 Después de algún tiempo, cuando los amonitas hicieron la guerra contra Israel,
5 los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob.
6 —Ven —le dijeron—, sé nuestro jefe, para que podamos luchar contra los amonitas.
7 Jefté les contestó:—¿No eran ustedes los que me odiaban y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué vienen a verme ahora, cuando están en apuros?
8 Los ancianos de Galaad le dijeron:—Por eso ahora venimos a verte. Ven con nosotros a luchar contra los amonitas, y serás el caudillo de todos los que vivimos en Galaad.
9 Jefté respondió:—Si me llevan con ustedes para luchar contra los amonitas y el SEÑOR me los entrega, entonces de veras seré el caudillo de ustedes.
10 Los ancianos de Galaad le aseguraron:—El SEÑOR es nuestro testigo: haremos lo que tú digas.
11 Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Y reiteró en Mizpa todas sus palabras en presencia del SEÑOR.
12 Entonces Jefté envió unos mensajeros al rey de los amonitas, para que le preguntaran:—¿Qué tienes contra mí, que has venido a hacerle la guerra a mi país?
13 El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté:—Cuando Israel salió de Egipto, se apoderó de mi tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, e incluso hasta el Jordán. Ahora devuélvemela por las buenas.
14 Jefté volvió a enviar mensajeros al rey amonita,
15 diciéndole:«Así dice Jefté: “Israel no se apoderó de la tierra de los moabitas ni de los amonitas.
16 Cuando los israelitas salieron de Egipto, caminaron por el desierto hasta el Mar Rojo y siguieron hasta Cades.
17 Entonces enviaron mensajeros al rey de Edom, diciéndole: ‘Danos permiso para pasar por tu país’. Pero el rey de Edom no les hizo caso. Le enviaron el mismo mensaje al rey de Moab, pero él tampoco aceptó. Así que Israel se quedó a vivir en Cades.
18 »”Después anduvieron por el desierto, y bordeando los territorios de Edom y Moab, entraron en territorio moabita por la parte oriental, y acamparon al otro lado del río Arnón. No entraron en el territorio moabita, pues el Arnón era la frontera.
19 »”Entonces Israel mandó mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que gobernaba en Hesbón, y le dijo: ‘Permítenos pasar por tu país hasta nuestro territorio’.
20 Pero Sijón desconfió de Israel en cuanto a dejarlo pasar por su territorio, por lo que reunió a todo su ejército y acampó en Yahaza y luchó contra Israel.
21 »”El SEÑOR, Dios de Israel, entregó a Sijón y a todo su ejército en manos de Israel, y los derrotó. Así tomó Israel posesión de toda la tierra de los amorreos que vivían en aquel país,
22 ocupándolo todo, desde el Arnón hasta el Jaboc y desde el desierto hasta el Jordán.
23 »”El SEÑOR, Dios de Israel, les quitó esta tierra a los amorreos para dársela a su pueblo Israel, ¿y tú nos la vas a quitar?
24 ¿Acaso no consideras tuyo lo que tu dios Quemós te da? Pues también nosotros consideramos nuestro lo que el SEÑOR nuestro Dios nos ha dado.
25 ¿Acaso te crees mejor que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Acaso alguna vez entró él en litigio con Israel, o luchó contra ellos?
26 Hace ya trescientos años que Israel ocupó a Hesbón y Aroer, con sus poblados y todas las ciudades en la ribera del Arnón. ¿Por qué no las recuperaron durante ese tiempo?
27 Yo no te he hecho ningún mal. Tú, en cambio, obras mal conmigo al librar una guerra contra mí. Que el SEÑOR, el gran Juez, dicte hoy su sentencia en esta contienda entre israelitas y amonitas”».
28 Sin embargo, el rey de los amonitas no prestó atención al mensaje que le envió Jefté.
29 Entonces Jefté, poseído por el Espíritu del SEÑOR, recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mizpa de Galaad, y desde allí avanzó contra los amonitas.
30 Y Jefté le hizo un juramento solemne al SEÑOR: «Si verdaderamente entregas a los amonitas en mis manos,
31 quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del SEÑOR y lo ofreceré en holocausto».
32 Jefté cruzó el río para luchar contra los amonitas, y el SEÑOR los entregó en sus manos.
33 Derrotó veinte ciudades, desde Aroer hasta las inmediaciones de Minit, y hasta Abel Queramín. La derrota fue muy grande; así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.
34 Cuando Jefté volvió a su hogar en Mizpa, salió a recibirlo su hija, bailando al son de las panderetas. Ella era hija única, pues Jefté no tenía otros hijos.
35 Cuando Jefté la vio, se rasgó las vestiduras y exclamó:—¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo! ¡Eres la causa de mi desgracia! Le juré algo al SEÑOR, y no puedo retractarme.
36 —Padre mío —replicó ella—, le has dado tu palabra al SEÑOR. Haz conmigo conforme a tu juramento, ya que el SEÑOR te ha vengado de tus enemigos, los amonitas.
37 Pero concédeme esta sola petición —añadió—. Ya que nunca me casaré, dame un plazo de dos meses para retirarme a las montañas y llorar allí con mis amigas.
38 —Está bien, puedes ir —le respondió él.Y le permitió irse por dos meses. Ella y sus amigas se fueron a las montañas, y lloró porque nunca se casaría.
39 Cumplidos los dos meses volvió a su padre, y él hizo con ella conforme a su juramento. Ella era virgen.De allí se originó la costumbre israelita
40 de que todos los años, durante cuatro días, las muchachas de Israel fueran a conmemorar la muerte de la hija de Jefté de Galaad.
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Jueces 12

1 Los hombres de Efraín se alistaron, y cruzaron el río hacia Zafón y le dijeron a Jefté:—¿Por qué fuiste a luchar contra los amonitas sin llamarnos para ir contigo? ¡Ahora prenderemos fuego a tu casa, contigo adentro!
2 Jefté respondió:—Mi pueblo y yo estábamos librando una gran contienda con los amonitas y, aunque yo los llamé, ustedes no me libraron de su poder.
3 Cuando vi que ustedes no me ayudarían, arriesgué mi vida, marché contra los amonitas, y el SEÑOR los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, han subido hoy a luchar contra mí?
4 Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y lucharon contra los de la tribu de Efraín. Los de Galaad derrotaron a los de Efraín porque estos les habían dicho: «Ustedes los galaaditas son renegados de Efraín y Manasés».
5 Los galaaditas ocuparon los vados del Jordán que conducen a Efraín, y cada vez que algún sobreviviente de Efraín decía: «Déjenme cruzar», los hombres de Galaad le preguntaban: «¿Eres de la tribu de Efraín?» Si él contestaba: «No»,
6 ellos decían: «Muy bien, di “Shibolet”». Si decía: «Sibolet», porque no podía pronunciar la palabra correctamente, lo agarraban y allí mismo, en los vados del Jordán, lo degollaban. En aquella ocasión murieron cuarenta y dos mil hombres de la tribu de Efraín.
7 Jefté gobernó a Israel durante seis años. Cuando murió Jefté el galaadita, fue sepultado en su pueblo de Galaad.
8 Después de Jefté, gobernó a Israel Ibsán de Belén.
9 Tuvo treinta hijos y treinta hijas. A sus hijas las dio en matrimonio a gente que no pertenecía a su clan, y para sus hijos trajo como esposas a treinta muchachas que no eran de su tribu. Ibsán gobernó a Israel por siete años.
10 Cuando murió, fue sepultado en Belén.
11 Después de Ibsán gobernó a Israel Elón, de la tribu de Zabulón, durante diez años.
12 Cuando murió Elón el zabulonita, fue sepultado en Ayalón, en el territorio de Zabulón.
13 Después de Elón gobernó a Israel Abdón hijo de Hilel, de Piratón.
14 Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, cada uno de los cuales montaba su propio asno. Gobernó a Israel durante ocho años.
15 Cuando murió Abdón hijo de Hilel, fue sepultado en Piratón, que está en el territorio de Efraín, en la región montañosa de los amalecitas.
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Jueces 13

1 Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al SEÑOR. Por eso él los entregó en manos de los filisteos durante cuarenta años.
2 Cierto hombre de Zora, llamado Manoa, de la tribu de Dan, tenía una esposa que no le había dado hijos porque era estéril.
3 Pero el ángel del SEÑOR se le apareció a ella y le dijo: «Eres estéril y no tienes hijos, pero vas a concebir y tendrás un hijo.
4 Cuídate de no beber vino ni ninguna otra bebida fuerte, ni tampoco comas nada impuro,
5 porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja sobre su cabeza, porque el niño va a ser nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Él comenzará a librar a Israel del poder de los filisteos».
6 La mujer fue adonde estaba su esposo y le dijo: «Un hombre de Dios vino adonde yo estaba. Por su aspecto imponente, parecía un ángel de Dios. Ni yo le pregunté de dónde venía, ni él me dijo cómo se llamaba.
7 Pero me dijo: “Concebirás y darás a luz un hijo. Ahora bien, cuídate de no beber vino ni ninguna otra bebida fuerte, ni de comer nada impuro, porque el niño será nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte”».
8 Entonces Manoa oró al SEÑOR: «Oh SEÑOR, te ruego que permitas que vuelva el hombre de Dios que nos enviaste, para que nos enseñe cómo criar al niño que va a nacer».
9 Dios escuchó a Manoa, y el ángel de Dios volvió a aparecerse a la mujer mientras esta se hallaba en el campo; pero Manoa su esposo no estaba con ella.
10 La mujer corrió de inmediato a avisarle a su esposo: «¡Está aquí! ¡El hombre que se me apareció el otro día!»
11 Manoa se levantó y siguió a su esposa. Cuando llegó adonde estaba el hombre, le dijo:—¿Eres tú el que habló con mi esposa?—Sí, soy yo —respondió él.
12 Así que Manoa le preguntó:—Cuando se cumplan tus palabras, ¿cómo debemos criar al niño? ¿Cómo deberá portarse?
13 El ángel del SEÑOR contestó:—Tu esposa debe cumplir con todo lo que le he dicho.
14 Ella no debe probar nada que proceda de la vid, ni beber ningún vino ni ninguna otra bebida fuerte; tampoco debe comer nada impuro. En definitiva, debe cumplir con todo lo que le he ordenado.
15 Manoa le dijo al ángel del SEÑOR:—Nos gustaría que te quedaras hasta que te preparemos un cabrito.
16 Pero el ángel del SEÑOR respondió:—Aunque me detengan, no probaré nada de tu comida. Pero si preparas un holocausto, ofréceselo al SEÑOR.Manoa no se había dado cuenta de que aquel era el ángel del SEÑOR.
17 Así que le preguntó:—¿Cómo te llamas, para que podamos honrarte cuando se cumpla tu palabra?
18 —¿Por qué me preguntas mi nombre? —replicó él—. Es un misterio maravilloso.
19 Entonces Manoa tomó un cabrito, junto con la ofrenda de cereales, y lo sacrificó sobre una roca al SEÑOR. Y mientras Manoa y su esposa observaban, el SEÑOR hizo algo maravilloso:
20 Mientras la llama subía desde el altar hacia el cielo, el ángel del SEÑOR ascendía en la llama. Al ver eso, Manoa y su esposa se postraron en tierra sobre sus rostros.
21 Y el ángel del SEÑOR no se volvió a aparecer a Manoa y a su esposa. Entonces Manoa se dio cuenta de que aquel era el ángel del SEÑOR.
22 —¡Estamos condenados a morir! —le dijo a su esposa—. ¡Hemos visto a Dios!
23 Pero su esposa respondió:—Si el SEÑOR hubiera querido matarnos, no nos habría aceptado el holocausto ni la ofrenda de cereales de nuestras manos; tampoco nos habría mostrado todas esas cosas ni anunciado todo esto.
24 La mujer dio a luz un niño y lo llamó Sansón. El niño creció y el SEÑOR lo bendijo.
25 Y el Espíritu del SEÑOR comenzó a manifestarse en él mientras estaba en Majané Dan, entre Zora y Estaol.
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Jueces 14

1 Sansón descendió a Timnat y vio allí a una joven filistea.
2 Cuando él volvió, les dijo a sus padres:—He visto en Timnat a una joven filistea; pídanla para que sea mi esposa.
3 Pero sus padres le dijeron:—¿Acaso no hay ninguna mujer aceptable entre tus parientes, o en todo nuestro pueblo, que tienes que ir a buscar una esposa entre esos filisteos incircuncisos?Sansón le respondió a su padre:—¡Pídeme a esa, que es la que a mí me gusta!
4 Sus padres no sabían que esto era de parte del SEÑOR, que buscaba la ocasión de confrontar a los filisteos; porque en aquel tiempo los filisteos dominaban a Israel.
5 Así que Sansón descendió a Timnat junto con sus padres. De repente, al llegar a los viñedos de Timnat, un rugiente cachorro de león le salió al encuentro.
6 Pero el Espíritu del SEÑOR vino con poder sobre Sansón, quien a mano limpia despedazó al león como quien despedaza a un cabrito. Pero no les contó a sus padres lo que había hecho.
7 Luego fue y habló con la mujer que le gustaba.
8 Pasado algún tiempo, cuando regresó para casarse con ella, se apartó del camino para mirar el león muerto, y vio que había en su cadáver un enjambre de abejas y un panal de miel.
9 Tomó con las manos un poco de miel y comió, mientras proseguía su camino. Cuando se reunió con sus padres, les ofreció miel, y también ellos comieron, pero no les dijo que la había sacado del cadáver del león.
10 Después de eso su padre fue a ver a la mujer. Allí Sansón ofreció un banquete, como era la costumbre entre los jóvenes.
11 Cuando los filisteos lo vieron, le dieron treinta compañeros para que estuvieran con él.
12 —Permítanme proponerles una adivinanza —les dijo Sansón—. Si me dan la solución dentro de los siete días que dura el banquete, yo les daré treinta vestidos de lino y treinta mudas de ropa de fiesta.
13 Pero si no me la dan, serán ustedes quienes me darán los treinta vestidos de lino y treinta mudas de ropa de fiesta.—Dinos tu adivinanza —le respondieron—, que te estamos escuchando.
14 Entonces les dijo:«Del que come salió comida;y del fuerte salió dulzura».Pasaron tres días y no lograron resolver la adivinanza.
15 Al cuarto día le dijeron a la esposa de Sansón: «Seduce a tu esposo para que nos revele la adivinanza; de lo contrario, te quemaremos a ti y a la familia de tu padre. ¿Acaso nos invitaron aquí para robarnos?»
16 Entonces la esposa de Sansón se tiró sobre él llorando, y le dijo:—¡Me odias! ¡En realidad no me amas! Le propusiste a mi pueblo una adivinanza, pero no me has dicho la solución.—Ni siquiera se la he dado a mis padres —replicó él—; ¿por qué habría de dártela a ti?
17 Pero ella le lloró los siete días que duró el banquete, hasta que al fin, el séptimo día, Sansón le dio la solución, porque ella seguía insistiéndole. A su vez ella fue y les reveló la solución a los de su pueblo.
18 Antes de la puesta del sol del séptimo día los hombres de la ciudad le dijeron:«¿Qué es más dulce que la miel?¿Qué es más fuerte que un león?»Sansón les respondió:«Si no hubieran arado con mi novilla,no habrían resuelto mi adivinanza».
19 Entonces el Espíritu del SEÑOR vino sobre Sansón con poder, y este descendió a Ascalón y derrotó a treinta de sus hombres, les quitó sus pertenencias y les dio sus ropas a los que habían resuelto la adivinanza. Luego, enfurecido, regresó a la casa de su padre.
20 Entonces la esposa de Sansón fue entregada a uno de los que lo habían acompañado en su boda.
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Jueces 15

1 Pasado algún tiempo, durante la cosecha de trigo, Sansón tomó un cabrito y fue a visitar a su esposa.—Voy a la habitación de mi esposa —dijo él.Pero el padre de ella no le permitió entrar,
2 sino que le dijo:—Yo estaba tan seguro de que la odiabas, que se la di a tu amigo. ¿Pero acaso no es más atractiva su hermana menor? Tómala para ti, en lugar de la mayor.
3 Sansón replicó:—¡Esta vez sí que no respondo por el daño que les cause a los filisteos!
4 Así que fue y cazó trescientas zorras, y las ató cola con cola en parejas, y a cada pareja le amarró una antorcha;
5 luego les prendió fuego a las antorchas y soltó a las zorras por los sembrados de los filisteos. Así incendió el trigo que ya estaba en gavillas y el que todavía estaba en pie, junto con los viñedos y olivares.
6 Cuando los filisteos preguntaron: «¿Quién hizo esto?», les dijeron: «Sansón, el yerno del timnateo, porque este le quitó a su esposa y se la dio a su amigo».Por eso los filisteos fueron y la quemaron a ella y a su padre.
7 Pero Sansón les dijo: «Puesto que actuaron de esa manera, ¡no pararé hasta que me haya vengado de ustedes!»
8 Y los atacó tan furiosamente que causó entre ellos una tremenda masacre. Luego se fue a vivir a una cueva, que está en la peña de Etam.
9 Los filisteos subieron y acamparon en Judá, incursionando cerca de Lejí.
10 Los hombres de Judá preguntaron:—¿Por qué han venido a luchar contra nosotros?—Hemos venido a tomar prisionero a Sansón —les respondieron—, para hacerle lo mismo que nos hizo a nosotros.
11 Entonces tres mil hombres de Judá descendieron a la cueva en la peña de Etam y le dijeron a Sansón:—¿No te das cuenta de que los filisteos nos gobiernan? ¿Por qué nos haces esto?—Simplemente les he hecho lo que ellos me hicieron a mí —contestó él.
12 Ellos le dijeron:—Hemos venido a atarte, para entregarte en manos de los filisteos.—Júrenme que no me matarán ustedes mismos —dijo Sansón.
13 —De acuerdo —respondieron ellos—. Solo te ataremos y te entregaremos en sus manos. No te mataremos.Entonces lo ataron con dos sogas nuevas y lo sacaron de la peña.
14 Cuando se acercaba a Lejí, los filisteos salieron a su encuentro con gritos de victoria. En ese momento el Espíritu del SEÑOR vino sobre él con poder, y las sogas que ataban sus brazos se volvieron como fibra de lino quemada, y las ataduras de sus manos se deshicieron.
15 Al encontrar una quijada de burro que todavía estaba fresca, la agarró y con ella mató a mil hombres.
16 Entonces dijo Sansón:«Con la quijada de un asnolos he amontonado.Con una quijada de asnohe matado a mil hombres».
17 Cuando terminó de hablar, arrojó la quijada y llamó a aquel lugar Ramat Lejí.
18 Como tenía mucha sed, clamó al SEÑOR: «Tú le has dado a tu siervo esta gran victoria. ¿Acaso voy ahora a morir de sed, y a caer en manos de los incircuncisos?»
19 Entonces Dios abrió la hondonada que hay en Lejí, y de allí brotó agua. Cuando Sansón la bebió, recobró sus fuerzas y se reanimó. Por eso al manantial que todavía hoy está en Lejí se le llamó Enacoré.
20 Y Sansón gobernó a Israel durante veinte años en tiempos de los filisteos.
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Jueces 16

1 Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró para pasar la noche con ella.
2 Al pueblo de Gaza se le anunció: «¡Sansón ha venido aquí!» Así que rodearon el lugar y toda la noche estuvieron al acecho junto a la puerta de la ciudad. Se quedaron quietos durante toda la noche diciéndose: «Lo mataremos al amanecer».
3 Pero Sansón estuvo acostado allí hasta la medianoche; luego se levantó y arrancó las puertas de la entrada de la ciudad, junto con sus dos postes, con cerrojo y todo. Se las echó al hombro y las llevó hasta la cima del monte que está frente a Hebrón.
4 Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila.
5 Los jefes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo atemos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata».
6 Dalila le dijo a Sansón:—Dime el secreto de tu tremenda fuerza, y cómo se te puede atar y dominar.
7 Sansón le respondió:—Si se me ata con siete cuerdas de arco que todavía no estén secas, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
8 Los jefes de los filisteos le trajeron a ella siete cuerdas de arco que aún no se habían secado, y Dalila lo ató con ellas.
9 Estando unos hombres al acecho en el cuarto, ella le gritó:—¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!Pero él rompió las cuerdas como quien rompe un pedazo de cuerda chamuscada. De modo que no se descubrió el secreto de su fuerza.
10 Dalila le dijo a Sansón:—¡Te burlaste de mí! ¡Me dijiste mentiras! Vamos, dime cómo se te puede atar.
11 —Si se me ata firmemente con sogas nuevas, sin usar —le dijo él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
12 Mientras algunos filisteos estaban al acecho en el cuarto, Dalila tomó sogas nuevas y lo ató, y luego le gritó:—¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!Pero él rompió las sogas que ataban sus brazos, como quien rompe un hilo.
13 Entonces Dalila le dijo a Sansón:—¡Hasta ahora te has burlado de mí, y me has dicho mentiras! Dime cómo se te puede atar.—Si entretejes las siete trenzas de mi cabello con la tela del telar, y aseguras esta con la clavija —respondió él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.Entonces, mientras él dormía, Dalila tomó las siete trenzas de Sansón, las entretejió con la tela
14 y las aseguró con la clavija.Una vez más ella le gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y arrancó la clavija y el telar, junto con la tela.
15 Entonces ella le dijo: «¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? Ya van tres veces que te burlas de mí, y aún no me has dicho el secreto de tu tremenda fuerza».
16 Como todos los días lo presionaba con sus palabras, y lo acosaba hasta hacerlo sentirse harto de la vida,
17 al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza, y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre».
18 Cuando Dalila se dio cuenta de que esta vez le había confiado todo, mandó llamar a los jefes de los filisteos, y les dijo: «Vuelvan una vez más, que él me lo ha confiado todo». Entonces los gobernantes de los filisteos regresaron a ella con la plata que le habían ofrecido.
19 Después de hacerlo dormir sobre sus rodillas, ella llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabello. Así comenzó a dominarlo. Y su fuerza lo abandonó.
20 Luego ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!»Sansón despertó de su sueño y pensó: «Me escaparé como las otras veces, y me los quitaré de encima». Pero no sabía que el SEÑOR lo había abandonado.
21 Entonces los filisteos lo capturaron, le arrancaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo sujetaron con cadenas de bronce, y lo pusieron a moler en la cárcel.
22 Pero en cuanto le cortaron el cabello, le comenzó a crecer de nuevo.
23 Los jefes de los filisteos se reunieron para festejar y ofrecerle un gran sacrificio a Dagón, su dios, diciendo:«Nuestro dios ha entregado en nuestras manosa Sansón, nuestro enemigo».
24 Cuando el pueblo lo vio, todos alabaron a su dios diciendo:«Nuestro dios ha entregado en nuestras manosa nuestro enemigo,al que asolaba nuestra tierray multiplicaba nuestras víctimas».
25 Cuando ya estaban muy alegres, gritaron: «¡Saquen a Sansón para que nos divierta!» Así que sacaron a Sansón de la cárcel, y él les sirvió de diversión.Cuando lo pusieron de pie entre las columnas,
26 Sansón le dijo al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas que sostienen el templo, para que me pueda apoyar en ellas».
27 En ese momento el templo estaba lleno de hombres y mujeres; todos los jefes de los filisteos estaban allí, y en la parte alta había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían a costa de Sansón.
28 Entonces Sansón oró al SEÑOR: «Oh soberano SEÑOR, acuérdate de mí. Oh Dios, te ruego que me fortalezcas solo una vez más, y déjame de una vez por todas vengarme de los filisteos por haberme sacado los ojos».
29 Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha sobre una y la izquierda sobre la otra.
30 Y gritó: «¡Muera yo junto con los filisteos!» Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir, que los que había matado mientras vivía.
31 Sus hermanos y toda la familia de su padre descendieron para recogerlo. Lo llevaron de regreso y lo sepultaron entre Zora y Estaol, en la tumba de su padre Manoa. Sansón había gobernado a Israel durante veinte años.
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Jueces 17

1 En la región montañosa de Efraín había un hombre llamado Micaías,
2 quien le dijo a su madre:—Con respecto a las mil cien monedas de plata que te robaron y sobre las cuales te oí pronunciar una maldición, yo tengo esa plata; yo te la robé.Su madre le dijo:—¡Que el SEÑOR te bendiga, hijo mío!
3 Cuando Micaías le devolvió a su madre las mil cien monedas de plata, ella dijo:—Solemnemente consagro mi plata al SEÑOR para que mi hijo haga una imagen tallada y un ídolo de fundición. Ahora pues, te la devuelvo.
4 Cuando él le devolvió la plata a su madre, ella tomó doscientas monedas de plata y se las dio a un platero, quien hizo con ellas una imagen tallada y un ídolo de fundición, que fueron puestos en la casa de Micaías.
5 Este Micaías tenía un santuario. Hizo un efod y algunos ídolos domésticos, y consagró a uno de sus hijos como sacerdote.
6 En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.
7 Un joven levita de Belén de Judá, que era forastero y de la tribu de Judá,
8 salió de aquella ciudad en busca de algún otro lugar donde vivir. En el curso de su viaje llegó a la casa de Micaías en la región montañosa de Efraín.
9 —¿De dónde vienes? —le preguntó Micaías.—Soy levita, de Belén de Judá —contestó él—, y estoy buscando un lugar donde vivir.
10 —Vive conmigo —le propuso Micaías—, y sé mi padre y sacerdote; yo te daré diez monedas de plata al año, además de ropa y comida.
11 El joven levita aceptó quedarse a vivir con él, y fue para Micaías como uno de sus hijos.
12 Luego Micaías invistió al levita, y así el joven se convirtió en su sacerdote y vivió en su casa.
13 Y Micaías dijo: «Ahora sé que el SEÑOR me hará prosperar, porque tengo a un levita como sacerdote».
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Jueces 18

1 En aquella época no había rey en Israel, y la tribu de Dan andaba buscando un territorio propio donde establecerse, porque hasta ese momento no había recibido la parte que le correspondía de entre las tribus de Israel.
2 Desde Zora y Estaol los danitas enviaron a cinco de sus hombres más valientes, para que espiaran la tierra y la exploraran. Les dijeron: «Vayan, exploren la tierra».Los hombres entraron en la región montañosa de Efraín y llegaron hasta la casa de Micaías, donde pasaron la noche.
3 Cuando estaban cerca de la casa de Micaías, reconocieron la voz del joven levita; así que entraron allí y le preguntaron:—¿Quién te trajo aquí? ¿Qué haces en este lugar? ¿Qué buscas aquí?
4 El joven les contó lo que Micaías había hecho por él, y dijo:—Me ha contratado, y soy su sacerdote.
5 Le dijeron:—Te rogamos que consultes a Dios para que sepamos si vamos a tener éxito en nuestro viaje.
6 El sacerdote les respondió:—Vayan en paz. Su viaje tiene la aprobación del SEÑOR.
7 Los cinco hombres se fueron y llegaron a Lais, donde vieron que la gente vivía segura, tranquila y confiada, tal como vivían los sidonios. Gozaban de prosperidad y no les faltaba nada. Además, vivían lejos de los sidonios y no se relacionaban con nadie más.
8 Cuando volvieron a Zora y Estaol, sus hermanos les preguntaron:—¿Cómo les fue?
9 Ellos respondieron:—¡Subamos, ataquémoslos! Hemos visto que la tierra es excelente. ¿Qué pasa? ¿Se van a quedar ahí, sin hacer nada? No duden un solo instante en marchar allí y apoderarse de ella.
10 Cuando lleguen allí, encontrarán a un pueblo confiado y una tierra espaciosa que Dios ha entregado en manos de ustedes. Sí, es una tierra donde no hace falta absolutamente nada.
11 Entonces partieron de Zora y Estaol seiscientos danitas armados para la batalla.
12 Subieron y acamparon cerca de Quiriat Yearín en Judá. Por eso hasta el día de hoy el sector oeste de Quiriat Yearín se llama Majané Dan.
13 Desde allí cruzaron hasta la región montañosa de Efraín, y llegaron a la casa de Micaías.
14 Entonces los cinco hombres que habían explorado la tierra de Lais les dijeron a sus hermanos:—¿Saben que una de esas casas tiene un efod, algunos dioses domésticos, una imagen tallada y un ídolo de fundición? Ahora bien, ustedes sabrán qué hacer.
15 Ellos se acercaron hasta allí, y entraron en la casa del joven levita, que era la misma de Micaías, y lo saludaron amablemente.
16 Los seiscientos danitas armados para la batalla se quedaron haciendo guardia en la entrada de la puerta.
17 Los cinco hombres que habían explorado la tierra entraron y tomaron la imagen tallada, el efod, los dioses domésticos y el ídolo de fundición. Mientras tanto, el sacerdote y los seiscientos hombres armados para la batalla permanecían a la entrada de la puerta.
18 Cuando aquellos hombres entraron en la casa de Micaías y tomaron la imagen tallada, el efod, los dioses domésticos y el ídolo de fundición, el sacerdote les preguntó:—¿Qué están haciendo?
19 Ellos le respondieron:—¡Silencio! No digas ni una sola palabra. Ven con nosotros, y serás nuestro padre y sacerdote. ¿No crees que es mejor ser sacerdote de toda una tribu y de un clan de Israel, que de la familia de un solo hombre?
20 El sacerdote se alegró. Tomó el efod, los dioses domésticos y la imagen tallada, y se fue con esa gente.
21 Ellos, poniendo por delante a sus niños, su ganado y sus bienes, se volvieron y partieron.
22 Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaías, los hombres que vivían cerca de Micaías se reunieron y dieron alcance a los danitas.
23 Como gritaban tras ellos, los danitas se dieron vuelta y le preguntaron a Micaías:—¿Qué te sucede, que has convocado a tu gente?
24 Micaías les respondió:—Ustedes se llevaron mis dioses, que yo mismo hice, y también se llevaron a mi sacerdote y luego se fueron. ¿Qué más me queda? ¡Y todavía se atreven a preguntarme qué me sucede!
25 Los danitas respondieron:—No nos levantes la voz, no sea que algunos de los nuestros pierdan la cabeza y los ataquen a ustedes, y tú y tu familia pierdan la vida.
26 Y así los danitas siguieron su camino. Micaías, viendo que eran demasiado fuertes para él, se dio la vuelta y regresó a su casa.
27 Así fue como los danitas se adueñaron de lo que había hecho Micaías, y también de su sacerdote, y marcharon contra Lais, un pueblo tranquilo y confiado; mataron a sus habitantes a filo de espada, y quemaron la ciudad.
28 No hubo nadie que los librara, porque vivían lejos de Sidón y no se relacionaban con nadie más. La ciudad estaba situada en un valle cercano a Bet Rejob.Después los mismos danitas reconstruyeron la ciudad y se establecieron allí.
29 La llamaron Dan en honor a su antepasado del mismo nombre, que fue hijo de Israel, aunque antes la ciudad se llamaba Lais.
30 Allí erigieron para sí la imagen tallada, y Jonatán, hijo de Guersón y nieto de Moisés, y sus hijos fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el tiempo del exilio.
31 Instalaron la imagen tallada que había hecho Micaías, y allí quedó todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Siló.
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